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9 de marzo de 2018

El impacto positivo de la danza en la niñez

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Testimonio

Cuando uno es niño la vida parece fácil, estás lleno de sueños e ilusiones, suceptible a tu entorno, y descubriendo poco a poco quien eres y para donde vas. Para los niños la verdad absoluta son sus padres, su familia, el primer contacto con el amor, con la realidad.

Hace varias décadas no contábamos con la tecnología que hoy tenemos: redes sociales, internet, computadora, smartphones, tabletas, etc, los juegos de niños eran salir a la calle a jugar con amigos, mojarse, estar en la tierra, subir a los árboles, la televisión no tenía el auge o la influencia que en la época actual, era más común el teatro, el circo, la radio, y las tareas obligaban a abrir los libros de texto, la mejor biblioteca era la familiar, o la de la escuela, lo que nos hacía más hábiles en buscar información. El conocimiento de algunas cosas si, lo podíamos ver en la tele, en los libros o en las pláticas de nuestra familia pero sin duda en algun lado teníamos que escucharlo.

Desde que tenía unos 6 o 7 años me di cuenta que el ballet era un sueño que quería tocar con mis propias manos, la primera vez que tuve contacto con la danza fué precisamente en la entrada de una telenovela de aquel entonces, no recuerdo de que trataba y tampoco es un tema de interés pero, lo que si recuerdo es el piano sonando, y aquella bailarina que no era el prototipo clásico, era un poco más robusta con el cabello suelto y vestida de blanco, parada en el sueño de toda babyballerina: “las zapatillas de punta”. No se exactamente que fué lo que me enganchó en ese momento pero, cuando se daba la hora de la telenovela, corría a la televisión para ver bailar a aquella chica.

Cuando les informé a mis padres, que en ese momento aún vivían juntos sobre mi inquietud por bailar no me tomaron en serio, pues como lo había visto en la tele, no creyeron que mi interés pudiera ser genuino, pero si en éste caso mi contacto con el mundo era la televisión… ¿En dónde suponen que podía descubrirlo? Seguramente a ti que me lees o a alguien que conoces le ha sucedido algo parecido.

En el inter de mi niñez difícil pasaron casi 5 años, nunca se me quitó la idea, la inquietud y las ganas de aprender a bailar pero mis padres tenían otras prioridades, otras que no incluían mis sueños. Mi madre estaba condenada a una enfermedad degenerativa y mi padre tenia años que dejó de vivir en casa, mi hermana mayor en ese entonces era una adolescente y a mi me tocaba solamente mirar por la ventana.

Un lunes de noviembre lo que todo niño teme, la peor pesadilla perder a su madre, era muy pequeña para comprender algunas cosas, lo único que mitigaba mi dolor en ese momento es que por fin mi papá había accedido a meterme a clases de ballet.

Desde la primera clase supe que, era el camino de mis sueños, que realmente era lo que quería hacer, fué mi refugio, mi escape y la manera más sana de canalizar el estrés que provoca la pérdida de un ser tan importante como es la madre.

El ballet, como cualquier otra disciplina ya sea artística o deportiva requiere esfuerzo, constancia, y mucha disciplina para poder alcanzar las metas que te planteas desde un inicio. El ballet no tiene unos senderos fáciles ni rápidos pero sin duda alguna lo que hace es forjar un carácter de disciplina, de esfuerzo, esmero, cariño, de coraje para superar los obstáculos, te da el entendimiento de pensar que no siempre las cosas saldrán como tu quieres, por lo que la tolerancia a la frustración se vuelve más fuerte.

Aprendes que en la vida hay que ir paso a paso, meta con meta, poco a poco disfrutando los sabores amargos y dulces, viendo y entendiendo los matices que tiene el camino hacia la meta que te has forjado. En mi caso fué el ballet lo que definió mi vida, y el tener claro esa visión a lo largo de mi vida, me ayudó a no perder de vista el camino. Las diferentes etapas desde la niñez, la adolescencia y los inicios de la edad adulta tienen consigo muchos aprendizajes y momentos duros, pero la danza para mi, fué ese canal de fuga, de concentración para continuar el camino y descubir hacia donde me dirigía o por lo menos darme una idea.

Los giros que da la vida son como la rueda de la fortuna, a veces estás arriba, otras abajo pero siempre gira y cambia de posición, como el aire se mueve. Desafortunadamente mi paso por la danza no fué como estaba en mis planes, y en ese momento no pude entenderlo, por lo que un día decidi enterrar mi sueño y seguir adelante con mi vida.

Al paso de los años, con hijos, carrera, y la estabilidad para la que me criaron, me di cuenta que una parte de mi corazón estaba detenida y era el ballet. Entonces descubrí que no todo en la carrera de un bailarín se vive sobre el escenario sino abajo de el.

Hoy soy docente y manejo seis grupos de niñas desde los 3 hasta los 15 años, puedo ver las mismas caras de alegría, de ilusión, de miedo y a veces de frustración cuando las cosas no van bien y entonces descubrí que mi destino tenía un rumbo diferente, el trascender. Cuando educas, enseñas y compartes el conocimiento que tienes es dejar una semilla en otra persona, en otra tierra que con tus cuidados dará sus primeros frutos, es enseñar a niños con sueños como los tuyos a descubrir de lo que son capaces, es compartir una sonrisa, un abrazo, una hora que parece insignificante de tu tiempo pero que para ellos es el momento más importante del día.

El conocimiento sirve para compartirlo, si se va contigo a la tumba entonces tu paso por la vida no fue trascendente, no sirve de nada el éxito, el talento y la capacidad no puedes dejar en otros lo que para ti significó el sentido de tu vida.

El ballet, a mis casi 34 años al día de hoy, fue lo que le dió vitalidad a mi existir, desde canalizar mis energías en los peores momentos de mi vida, hasta buscar el ver en otros realizados los mismos sueños con los que he convivido toda mi vida… Para mi fué el ballet ¿Y para tí que es el motor de tu vida?


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